Creando EBITDA, destruyendo valor

Creando EBITDA, destruyendo valor

La medición de la gestión de un negocio se hace frecuentemente a través del EBITDA, indicador que en teoría debería reflejar la riqueza de la entidad para sus accionistas y acreedores. Sin embargo, los managers de las empresas pueden tomar decisiones tendientes a aumentarlo en forma temporal sacrificando el negocio a futuro. Es decir, uno de los problemas que podría tener el EBITDA como indicador es la típica frase que se utiliza en lenguaje más coloquial “pan para hoy, hambre para mañana”.

 

Sí el desempeño de la firma se mide centrado en la generación de EBITDA y el sistema de compensaciones de los ejecutivos está asociado a dicho indicador, podrían existir tremendos incentivos a evitar futuros desembolsos que no sean factibles de reconocer como activos (o a través de manejos contables fraudulentos transformarlos “a la fuerza” en activos). O sea, necesariamente serían gastos del periodo y, en consecuencia, disminuirían el EBITDA de la compañía. Es así como los managers tenderían a evadir cualquier tipo de desembolso que genere retornos a largo plazo, por ejemplo, la capacitación, la investigación y toda acción de marketing que no signifique de manera garantizada mejorar dicho indicador en el corto plazo.

 

Los gerentes de grandes compañías pueden evitar por mucho tiempo reconocer ciertos gastos, en favor de “no devengarlos”, incluso si finalmente terminan siendo desembolsos de caja de todas formas. La famosa película del año 2000 “Erin Brockovich”, la cual le valió un Premio Óscar a Julia Roberts como mejor actriz, es un caso de este tipo. Pacific Gas & Electric Corporation (PG&E), la compañía que “combate” Erin Brockovich en dicha película, tuvo que pagar más de USD 300 millones por haber contaminado persistentemente el agua de Hinkley, un pequeño pueblo de California.

 

La misma empresa, que evitó por muchos años provisionar dicho pasivo para no tener que cargar un gasto y “ensuciar su EBITDA”, al parecer veía su fin el año 2019. El 29 de enero de dicho año PG&E se acogía a bancarrota por reclamaciones de terceros, ya que los años 2017 y 2018 el Estado de California había sufrido catastróficos incendios y se culpaba a la firma energética de ellos. Dichos reclamos relacionado con los incendios forestales se reconocían como un gasto de $11.771 millones de dólares estadounidenses durante el ejercicio del año 2018. Esto lo hacía obtener una pérdida neta de $6.837 millones en dicho periodo y, dado que entraba en default de sus obligaciones financieras por $17.753 millones, esta deuda se aceleraba y se convertía en un pasivo de corto plazo (corriente). La compañía pasaba de tener $7.129 millones el año 2017 a $41.695 el año 2018, eliminando totalmente las ganancias retenidas y quedando con pérdidas acumuladas por $250 millones y una lamentable situación patrimonial. ¿Es todavía válida la hipótesis contable de la empresa en marcha?

 

Resulta evidente que el sistema de control de Gestión de PG&E no fue una herramienta eficaz a la hora de encender las luces de alerta en este proceso, sin embargo, el sistema no hace más que reflejar las decisiones que los managers tomaron sobre el futuro de esta empresa. El directorio no fue capaz de advertir a tiempo como se realizaban oscuros manejos contables con la finalidad de ocultar las pérdidas por la forma en que la compañía operaba y finalmente las entidades de auditoría y de fiscalización tampoco fueron eficaces en detectar, denunciar y generar las soluciones a tiempo.

 

El siguiente gráfico, muestra la evolución del precio de la acción de PG&E cuando se resolvieron las demandas a causa de los incendios el último trimestre del año 2018 y comienzos del año 2019:

Evolucion precios de acciones PG&E 2019

¡En dos meses la compañía perdió en valor de mercado más de USD 21 mil millones equivalente al PIB de un país como Haití, Níger o Islandia!

 

En el ámbito de las políticas públicas se generan una serie de implicancias dado que hoy el gobierno, federal o central, se enfrenta a la decisión de dejar quebrar o intervenir (de ser posible a esta altura de los acontecimientos) a una firma de servicios básicos (utilities) como PG&E, teniendo en consideración que la gente y las empresas no pueden subsistir sin electricidad y sin gas.

 

Otra arista de este nuevo escándalo financiero – contable es lo relativo a que los agentes de mercado se preguntan: ¿dónde estaban las entidades fiscalizadoras de California como la Comisión de Empresas de Servicios Básicos de California (CPUC por sus siglas en inglés)? ¿Por qué entidades similares han actuado con más diligencia en otros casos como el escándalo de emisiones contaminantes de vehículos Volkswagen?

 

En el fondo, todo lo acontecido debería llevarnos a pensar sí el EBITDA es una medida obsoleta y existen mejores indicadores de la creación de valor como el flujo de caja mostrado en el Estado de Flujos de Efectivo, ¿por qué los reguladores no se han manifestado más para evitar catástrofes públicas de pérdida de credibilidad y valor en fondos de pensiones como en La Polar, Enron o WorldCom? ¿Por qué no fue posible visualizar que ocurriría algo así en su Contabilidad, así como tampoco lo vio Warren Buffet, el “Oráculo de Omaha”, ni el resto de los inversores en el reciente caso de Kraft-Heinz? Quizás, y muy a nuestro pesar, tal como pensábamos cuando escribimos la versión inicial de este artículo con mi maestro, colega y amigo, el profesor Andrés Cabrera, por mucho que queramos la Contabilidad es incapaz de reflejar una serie de situaciones financiera de la empresa. No obstante, eso no debe disminuir la rigurosidad con la que se entregue la información financiera al público, por el contrario, solo es un desafío más para que la transparencia corporativa tenga estándares aún más exigentes.